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La CNT en la coyuntura de 1960 Unificación y acción.

1956 trajo consigo un nuevo escenario a la lucha contra el franquismo. Ese año vió irrumpir a un nuevo actor: los estudiantes universitarios, que convirtieron a la universidad en foco constante de agitación. En los años siguientes sectores significativos de los trabajadores de la industria, fundamentalmente, comenzaron a protagonizar de manera creciente luchas reivindicativas en el ámbito laboral y sindical , que no cesaron hasta el fin de la dictadura.


La CNT, que había desarrollado un activísima lucha contra el fascismo desde el mismo momento en que terminó la guerra civil, se encontraba sometida a los efectos del intenso desgaste que esa lucha implicaba. Su estructura orgánica se resentía de los numerosos comités desarticulados por la acción policial. Innumerables militantes habían sido ejecutados, encarcelados o exiliados. Valiosísimos compañeros que habían elegido el camino de la lucha armada, como Sabaté, Facerías u otros habían encontrado la muerte a manos de los esbirros de Franco. Al mismo tiempo, la CNT había participado decididamente en las acciones políticas, que conjuntamente con otras fuerzas del antifranquismo democrático, se desarrollaron al término de la segunda guerra mundial, en la esperanza de que la intervención de las potencias aliadas vencedoras del nazismo, eliminaran a uno de los aliados de aquel: El régimen de Franco.


Aquellas esperanzas se frustraron, porque el capitalismo internacional consideró que Franco era una garantía para sus intereses en una zona vital de Europa. El temor capitalista era que en España se instaurara un régimen político apoyado por fuerzas representativas de las clases trabajadoras, en momentos en que otra de las fuerzas triunfadoras sobre el fascismo, la URSS, había logrado establecer regímenes afines al suyo en toda Europa Oriental.

El fracaso de aquella iniciativa y la consiguiente consolidación del franquismo, tuvo consecuencias nefastas para la oposición. La CNT no fue excepción: las divergencias internas que se venían arrastrando desde el final de la guerra civil, abocaron a la escisión de la organización del exilio en 1945.

A partir de ahí, el paso del tiempo fue terrible. Las dos fracciones surgidas de la escisión de 1945, tuvieron que hacer frente a una gradual pérdida de militantes, tanto en el exilio como en el interior, como consecuencia de la represión policial, pero también de la desmoralización que les llevaba a “ retirarse” a la acción puramente testimonial o simplemente a la vida privada.


A la altura de 1960, aquellos que dentro de la militancia confederal eran conscientes de la situación, sintieron la imperiosa necesidad de intentar la imprescindible reunificación confederal. Para muchos de ellos la misma, era necesaria para hacer de nuevo, posibles y eficaces, los eventuales pactos y alianzas con otros sectores del antifranquismo democrático, en momentos en que el interior,es decir España, asumía el absoluto protagonismo de la lucha antifranquista, en tanto que el exilio iniciaba su irrecuperable decadencia. Para otras sensibilidades dentro de la organización, la reunificación era necesaria para alentar el renacer libertario, para hacer que las ideas estuvieran presentes en el debate social español de aquellos años. Y para todos, la reunificación era la única manera de atenuar el irreparable daño que la erosión derivada del paso del tiempo, obraba sobre los efectivos militantes.

El ansiado acontecimiento, la unidad, se produce en el verano de 1961 en la ciudad francesa de Limoges. Aunque algunos la aceptaron a regañadientes, la unidad de la CNT estaba ahí, lo que permitía abrir nuevas perspectivas.


La decisión de activar la lucha contra el régimen franquista, se plasmó de una parte, en la reafirmación de la “Alianza Sindical”, en la que estaban integradas, UGT, ELA-STV y CNT, con el fin de potenciar en el interior de España un foco de activa oposición al franquismo. De otra parte, se acordó reestablecer el diálogo en el seno de la Unión de Fuerzas Democráticas, órgano de carácter político, en el que se agrupaban una serie de organizaciones opositoras al franquismo, con la excepción del Partido Comunista.


Al mismo tiempo que se aprobaban estas resoluciones referidas a la acción política y sindical, el congreso resolvía: “…Siendo de rigor la acción subversiva contra el régimen,la CNT propugnará cerca de las otras fuerzas antifascistas, se constituya un Consejo Nacional de Defensa, como instrumento de combate que tendrá la misión de desarrollar, coordinar y articular la lucha clandestina en el interior. Si contra nuestros deseos y lo que recomienda el más elemental de los deberes, no logramos imprimir a los actos comunes esta voluntad de lucha, la CNT emprenderá sola esta línea de combate, por considerarla la única salvadora…”.

Como era claro que la CNT iba a tener que emprender solitariamente ese aspecto de la lucha activa contra el franquismo, el congreso aprobó por unanimidad un dictámen secreto, mediante el cual se creó un organismo denominado “ Defensa Interior “ (D.I). En el dictámen se decidió el carácter secreto del mismo, lo mismo que en secreto debían mantenerse el nombre de sus responsables, así como sus acciones. DI se encargaría de la selección de personas adecuadas para la realización las misiones, en particular en sus aspectos combatientes. Asimismo, el dictámen hace mención a la necesidad de crear equipos de información e infiltración en el interior, sobre todo en medios universitarios y obreros.

Interesa señalar que la rama juvenil del Movimiento Libertario, Juventudes Libertarias, en previsión de la no aplicación de dicho acuerdo, elaboró un acuerdo sobre la lucha armada, en la que afirmaba: ”...recabar nuestra libertad de acción para el caso en que la línea de actuación conjunta fuese vulnerada o saboteada por alguna de las otras ramas”.

La presión constante de las Juventudes, obligó al resto de los integrantes del Movimiento Libertario, CNT y FAI, a poner en marcha la DI y nombrar a sus responsables: Germinal Esgleas, Vicente Llansola, Cipriano Mera, Acracio Ruiz, Juan Jimeno, Octavio Alberola y Juan García Oliver.

Pronto se realizaron las primeras acciones. En Junio de 1961 estallaron artefactos explosivos en Madrid, para posteriormente realizar actos similares en Valencia y Barcelona y culminar en Agosto con explosiones en el Valle de los Caidos y en San Sebastián, en las cercanías de la residencia de verano de Franco. La policía detuvo a muchos jóvenes libertarios, y uno de ellos Jorge Conill Grau fue condenado a muerte. Ninguno de ellos estaba implicado en esas acciones. La presión internacional, forzó al régimen a indultar a Jorge Conill Grau.

Sin embargo la presión de las autoridades francesas y la colaboración de las policías de ambos países, fueron dificultando la acción de DI y creando en el seno del movimiento libertario una actitud reticente, cuando no opuesta a esa línea de acción.

Fue entonces, cuando tal como habían decidido, las Juventudes Libertarias asumieron la iniciativa. Se decidió atentar contra Franco directamente. El resto ya es conocido. Granados es enviado a Madrid en el verano de 1963, para ir preparando la acción. Pero una serie de descoordinaciones e imprevistos, hacen que el proyecto se frustre, que Delgado sea enviado a Madrid para rescatar a Granados y que ambos caigan en manos de la policía franquista.

Miguel González Urien.
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